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domingo, 29 de octubre de 2017

Una fiel superviviente

Dije adiós, que me estaba yendo, allá por finales del 2015. A empezar de vuelta, como empecé tantas veces. Ansiaba tanto empezar de vuelta. Sacarme la mochila de La Plata es Ultra. Hazlo de nuevo, hazlo mejor.
No quería  ni que me tragara la tierra ni nada parecido, pero necesitaba respirar. Sin embargo, algo pasó y cuando quise respirar profundo, de la mano de por ese entonces mi compañero (el subviviente, acabo de inventar esa palabra. Me encanta inventar palabras. A ustedes no?), soñar, construir juntos, me pasó un camión por encima. Pensé que no iba a poder levantarme nunca más.


No necesito sacarle la careta a nadie, ni regar de historias nefastas esta entrada. Pero las pasé fea. Fui, como se mal dice para estigmatizar a un grupo que lamentablemente es mayoría en esta Tierra, desde que el mundo es mundo, víctima de violencia de género en un lugar que desconocía pero que identifiqué en seguida, como lo es el norte argentino: los ha embrujado una cultura tan machista, como altaneras y retorcidas se mostraban sus cumbres (las que disfruté a más no poder).



 Y cuando digo esto, es porque también me tomé mucho tiempo para pensar, para llorar, para reencontrarme con los míos, para volver a retomar éste, mi blog, que contiene los momentos mas lindos de mi vida, momentos de lucha y de realización personal. No quiero decir con esto que es excluyente todo este mundo de porquería a la prepotencia, a la ignorancia, a la falta de coraje para tomar una postura firme al respecto. En todos lados se cuecen habas. Pero allá, por esos lugares dónde la brújula marca el norte, es fatal. Y horrible. Si no fuera por que a cada lugar, a cada tiempo lo salvan un puñado de hombres y mujeres que tienen el coraje de ser inactuales, nada tendría sentido.


Y como soy una superviviente de la violencia (como me gustaría nombrarme y que me nombren de ahora en más, y no una débil víctima de agresiones machistas, físicas y psicológicas, mas que nada me gustaría hoy dejar algún pensamiento sobre el coraje, la franqueza, y la fuerza que mueve montañas, el amor, el no dejar de soñar, atreverse, construir. Y volver a escribir. Sí, volver a escribir, a contar de mis nuevos anhelos. Porque es cierto. Soy una superviviente, y no soy  u n a  v i c t i m a  d e  v i o l e n c i a  d e  g é n e r o.


El rescate literal de toda esa mugre, lodo infame, vino de la fuerza, del amor, y las convicciones de mi familia, y de los que supieron ejercer el don de la amistad (viejos y nuevos amigos) y de mi desarrollado instinto de supervivencia, creo yo mucho gracias al deporte. Asi fue como vine a parar a la tierra que eligió mi madre para morir: la ciudad de Olavarría, el centro geográfico de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Llegué desvastada, perdida, vacía pero con unas palabras que resonaban mucho de uno de mis amigos de la escuela: "volvé liviana de carga". Asi llegué. Sin nada más, y como si fuera poco con Tasha, mi amada gatita. Ya contaré en otra entrada el periplo de mi heroína Tasha. Vale la pena. Porque es un ejemplo que nos viene bien a todos. Para mí, es el símbolo viviente de la lealtad, del heroísmo, de la nobleza, de la conquista, de la realización y de la paz...del amor, bah...


Hoy, y ya hace un poco mas de un año largo de mi "rescate" día a día, voy afirmando mi supervivencia con actos concretos. He vuelto a construir mi grupo de entrenamiento, reafirmo a mis entrenados de todo el país. He vuelto a entrenarme. Y hay musas, inspirando mi espíritu audaz para concretar otros proyectos que también ya iré contando. Todos tiene que ver con mi vida deportiva, que a la vez no solo lo sostiene mi supervivencia sino el amor de muchos.




En este camino nunca sentí que me soltaran la mano. Y eso me hace bien. Solo vivencié, quienes nunca me la sostuvieron, asi que no sufrí por ello porque no vale la pena. Me afirmé y me afirmé mucho. Esperando también ponerme fuerte porque sé que vendrán muchas batallas más. Porque al fin y al cabo, se trata de eso la vida. De ser un fiel superviviente.



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