Y corrí de la misma manera la
V Edición de la Ultramaratona de Rio:
sorprendiendome, avanzando, retrocediendo, divirtiendome, aburriendome,
sintiendome fuerte, sintiendome débil. Desarmé la estrategia y la volví a
inventar al mismo tiempo que batallaba conmigo misma. No sé si Gustavo percibió
mi sonrisa cuando me gritó: “Segu no hagas locuras”. Y salió lo que salió: un
tesoro más, que guardo en el corazón para siempre, y para la gloria de Dios,
para los que quiero, para los que están siempre, para los hijos, los amigos,
los que me ayudaron a llegar, los que me sostienen de todas las maneras: El
resultado de estas 24 horas fueron una obra de arte. Asi salió. Está a la luz de
todos, para disfrutarla, criticarla, levantarla al cielo, ignorarla…pero es
irrepetible, única.
Los
tiempos logrados, los premios, una anécdota sabrosa, pero nada más que eso. La
experiencia acumulada es la verdadera gloria. Vencer los miedos, saberse
valiente, saberse estúpido, sentirse vivo, pleno, saludable. Reir hasta el
final y querer vomitar de vez en cuando. Recibir ayuda, decir gracias.
Al ver
el mismo dibujo durante un día completo, descubrí que cada vuelta tenía algo
diferente. Una vuelta era el mar, otra vuelta era el cielo. Las horas que iban
pasando, le daban colores distintos, y sin embargo yo estaba en el mismo lugar
girando y girando.
Hay algo que está claro por lo menos para mí. No
hubiera logrado prepararme sin el apoyo incondicional de mi Profe Cristian Caceres,
que me acompañó en mis ganas de experimentar y de Marcelo Gotti. No hubiera
podido llegar a la línea de largada, sin los cuidados del Doctor Rodrigo
Roggiero, y el Doctor Pelaez. No hubiera podido crear (correr) de tal manera
sin el despliegue de una impecable Organización. No hubiera podido batallar de
tal manera, sin la solidaridad de una gran ultramaratonista como lo es Monica
Otero. No hubieran sido tan seguras mis pisadas, sin Claudia y Juan de Pro Run.
No hubiera protegido bien mi cuerpo, sin el apoyo de Sergio Siadore ni de
Makalu, ni de All Sport. No hubiera sido lo mismo sin el apoyo incondicional de
la Dirección
de Deportes de La Plata
y de mi lugar en el mundo Los Hornos. No hubiera disfrutado tanto sin mi amigo
Gustavo Caporizzo. No hubiera podido lagrimear sin la certeza que Luz, Juli y
Lucky estaban tan cerca de mí con sus corazones. No hubiera peleado hasta el
final, sin el aliento de TODOS los afectos. No hubiera podido correr 145,960km
(364,90 vueltas), si no hubiera recordado a cada instante los ultrafondos
con el apoyo de mi querido Grupo de Entrenamiento Sergio Siadore.
Todo esto parecería una fórmula matemática, pero no lo es. Es voluntad de logros, es trabajo, es respeto, es correr ultra…es una bendición.
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